domingo, 22 de junio de 2008

El señor Dinosaurio



RUBÉN DARIO CAROLINI

Es el descubridor del dinosaurio carnívoro más grande del mundo y creador del museo Ernesto Bachmann.
Su aporte en la difusión y promoción de la paleontología hizo que el turismo científico sea una realidad, no sólo en la localidad sino también en Argentina.


Rubén Carolini, además de ser el director del Museo Municipal Ernesto Bachmann, es un personaje en si mismo.

Nacido en Oncativo el 29 de abril de 1944, Córdoba. Hizo hasta quinto grado. Como la mayoría de los hijos de campesinos, a los once años ya trabajaba, junto a sus tres hermanos, como boyero : cuidaba las vacas, chanchos y caballos de la familia. Con una tristeza enorme dice: "Vi a mi padre deslomarse ”. Y con un orgullo enorme recuerda su madre: "Cortando la arpillera de las bolsas de harina para hacernos camperas".

En 1955 los Carolini debieron abandonar el campo para instalarse en la ciudad. Se fueron, haciéndose una pregunta que nadie se atrevería a pronunciar en voz alta: cómo sobrevivirían.

Lo hicieron como les había enseñado el abuelo Domingo, que llegó de Italia en 1896 con lo puesto: trabajando siete días a la semana. Mientras vivieron en el campo, su padre, Amadeo, aprendió mecánica: la necesidad, el ingenio y cierta facilidad natural, lo hicieron experto en arreglar maquinaria agrícola. Su hijo Rubén aprendió junto a él. Con una diferencia: el chico descubrió así su pasión por los fierros.

Convertido en mecánico, a los 17 años armó su propio taller. A los 21, confiado en sus conocimientos de mecánica, puso un lavadero automático. Pero un negocio es más que saber de fierros, y quebró. En el momento que llegó a la conclusión que era necesario ganarse la vida en otra parte, un amigo camionero lo invitó a conocer ese país “ancho y ajeno” que era la Argentina.

Hasta los 24 años se ganó la vida arreglando las cosechadoras rotas o en desuso, que fueron encontrando en las estancias que visitaban en el camino. Hasta que un día, casi contra su voluntad, fueron a Río Negro para la cosecha de la manzana. Llegaron a Villa Regina al amanecer, cuando el cielo se tiñe allí de color naranja. Rubén miró ese sol que no se parece a ningún otro y le dijo a su amigo: “Este es mi mundo”. Lo que no sabía es hasta qué punto iba a serlo.

“En ese entonces- recuerda- uno se paraba en una calle de Neuquén, decía busco trabaj… y no terminaba la frase que ya estabas trabajando. ¡Qué tiempos!” Exagerado o no, lo cierto es que un día después de haber llegado ya estaba empleado en una agencia Chevrolet de la ciudad de Cipolletti. Allí conoció a Graciela, la mujer que hoy es su esposa y la madre de sus dos hijas: Roxana y Lorena.

Fue en 1974 y gracias a su prestigio como mecánico lo que hizo que lo llamaran de Hidronor. El Estado argentino estaba construyendo, lo que se llamó “La obra del siglo” : la represa Chocón – Cerros Colorados. Ese día, el futuro descubridor del Giganotosaurus abandonó Cipolletti para instalarse en lo sería el futuro Valle de los Dinosaurios.

Entre 1974 y 1988 fue casi un desconocido para sus propios vecinos. A las 3 de la tarde salía del trabajo y se encerraba en el pequeño taller que todavía tiene junto a su casa. Allí, con mucha creatividad y poca plata, construyó un trailler con el que cada verano visitaba, junto a su familia, un lugar distinto de la Argentina. Mientras tanto, durante los fines de semana adquirió el hábito de recorrer, con cámara en mano, el desierto que lo rodeaba.

Fotografiar la naturaleza fue un pasatiempo inofensivo hasta que en marzo de 1988 descubrió, en la provincia de Río Negro, los restos de su primer dinosaurio.

¿Qué le pasó e ese instante? Carolini no puede explicarlo.

Solo recuerda que “estaba siguiendo un pichón de avestruz para fotografiarlo, cuando me pareció ver, a ras de tierra, la rama de un árbol petrificado. Cuando me acerque para levantarla vi que se trataba de otra cosa. Me puse a escarbar la tierra y desenterré una costilla como nunca había visto en mi vida. ¿A qué animal podía pertenecer?”.

La respuesta la encontró en el Museo de Ciencias Naturales de la Universidad del Comahue. Su director, Leonardo Salgado, pronunció la palabra mágica: la costilla pertenece a un dinosaurio. Hoy, todo lo que Carolini puede decir es: “Se me produjo un clic”. Y ese clic le cambio la vida. Porque desde ese instante, el mecánico que no había oído jamás la palabra paleontología, se convirtió en el gran baqueano del desierto patagónico.

El equipo del “papá de Carolina” es elemental: martillo, cortafierro y pincel para las excavaciones; borceguíes de suela gruesa para caminar entre los espinos; una cantimplora con agua y una naranja para calmar la sed y el hambre.

Eso sí, a diferencia de otros baqueanos, tiene una herramienta única: el “dinomóvil”. Un buggy que construyó él mismo, con el chasis y el motor (Skoda modelo 68) de un auto checoslovaco, y los restos de una lavadora industrial. Diseñado para atravesar el desierto, es más corto que los buggys convencionales. Tiene una súper suspensión; guardabarros reforzados; gomas de cuatriciclo; un farol de gran potencia; una antena telescópica con una bandera blanca, que indica lo elemental: donde está. Es el faro que lo guía en el desierto, cada vez que debe abandonarlo y continuar caminando, debido a lo escarpado del terreno.

Sin embargo, lo más importante de su equipo es lo que menos se nota: un encendedor. De él puede depender, ante una emergencia, su propia vida. Si en medio de la noche Carolini enciende un fuego en el desierto, la Gendarmería sabe que necesita ayuda. Rubén Carolini es, en si mismo, un manual de supervivencia.

Pero no sólo aprendió a sobrevivir en el desierto. También sabe “leerlo”: arte que le enseño el gran paleontólogo argentino Leonardo Salgado, y consultando libros que no había oído nombrar y hoy se acumulan en su biblioteca. Su técnica consiste en analizar los sedimentos del terreno y detectar si allí hubo alguna vez una laguna, bañado o pantano. Si la hubo, existe la posibilidad de hallar un dinosaurio, porque en lugares como esos pasaban buena parte de su vida. Y allí solían morir. De hecho, el Giganotosaurus yacía en el lecho de una laguna prehistórica.

Desde diciembre del año pasado el “cazador de dinosaurios” cambió el desierto inclemente por la sala de exposiciones del museo que dirige. Allí está, de lunes a lunes, junto al esqueleto imponente de Carolina, explicando a estudiantes y turistas quién fue, cómo vivió y en que mundo habitaba. Los domingos y feriados- cuando lo visitan entre 250 y 300 personas de todas las edades. Los turistas, en especial los jóvenes, se sacan fotos a su lado como si fuera una estrella del cine o la teve.

Solo él sabe la paradoja que esconde su éxito: en octubre de 1993, cuando su nombre comenzaba a recorrer el mundo, lo echaron de Hidronor. De la noche a la mañana se convirtió en el desocupado más célebre de su provincia. Cosas de la privatización.

* Este artículo es extraído de la revista de Clarín Viva. Domingo 11 de agosto de 1996.Nota titulada “El increíble señor dinosaurio”. Es una de los especiales dedicados a Carolini que muestra su historia de vida en la que describe nuy bien al personaje. Ha sido modificada para una mejor lectura por su extensión.

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